sábado, enero 15, 2011

Sábado, 15 de Enero del 2011


No hace falta que me digáis que perdéis la cabeza por eso de que sus caderas.. Ya sé de sobra que tiene esa sonrisa, y esas maneras y todo el remolino que forma en cada paso de gesto que da. Pero además le he visto serio ser él mismo, y enserio que eso no se puede describir en un poema. Eso que me cuentas de "míralo, cómo bebe las cervezas" Y qué fácil parece a veces enamorarse teniéndolo a él delante.. Todo eso de que él puede llegar a ser el único puto motivo para seguir viva -a la mierda con la autodestrucción-, eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor, es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre. No sabes lo que es caer desde un precipicio y que él aparezca de repente y te diga: "venga, hazte un peta y me lo cuentas". No sabes lo que es despertarse y que él se retuerza y bostece, en serio que no sabes como deshacerte de todo el mundo. Así que supondrás que yo soy la primera que entiende que pierdas la cabeza por su sonrisa, el sentido por sus palabras, y las tetas por un mínimo roce de mejillas. Que las suspicacias y los disimulos cuando su culo pasa son algo con lo que ya cuento. Quiero decir que a mí de versos no tienes que decirme nada, que hace tiempo que escribo los míos. Que yo también lo veo. Que cuando él cruza por debajo del cielo, sólo las tontas miran al cielo. Que sé de memoria como agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio inferior. Que conozco su voz en formato susurro, formato gemido, formato secreto y formato suspiro. Que me sé sus cicatrices, y el lugar exacto en el que le tienes que tocar para conseguir que se ría. También sé la totalidad de secretos que se esconden bajo su camisa. Que yo también he memorizado su número de telefono, y el número de veces que afina las cuerdas antes de ahorcarse por bulerías. Que no sólo conozco su última pesadilla, también las mil anteriores. Y yo sí que no tengo cojones a decirle que no a nada, porque tengo más deudas con su espalda de las que nadie tendrá jamás con la luna (y mira que hay tontos enamorados en este mundo). Que sé la cara que pone cuando se deja ser completamente él mismo, rendido a ese puto milagro que supone que exista. Que lo he visto volar por encima de promesas que valían mucho más que estos dedos, y lo he visto formar un charco de arena rompiendo todos los relojes que le puso el camino. Y lo he visto hacer competencia a cualquier amanecer por la ventana. Sólo los sueños pueden posarse sobre las seis letras de su nombre. No me habléis de paisajes si no habéis visto su cuerpo. Que te entiendo, que yo escribo sobre lo mismo, sobre él mismo. Que razones tendréis todas, pero yo muchas más que vosotras.



 Carlos Salem.